«Los chiquillos están cada vez más débiles. Los más pequeños han empezado a mordisquear ramas para chupar la savia que contienen. Además, morder ramas también sirve para engañar [....] al hambre». Son palabras de Joanna Aisha Iwińska, una activista que ayuda a quienes se encuentran en la frontera entre Polonia y Bielorrusia1.
Miles de personas, entre ellas mujeres y menores, están retenidas ahí en estos momentos.
Se encuentran atrapadas entre los 12 000 soldados polacos que las repelen con gas lacrimógeno y los agentes bielorrusos que les obligan a avanzar hacia Polonia2.
Mucha de esta gente lleva aquí varios días sin agua, comida ni atención sanitaria3. Las autoridades no permiten que nadie se acerque: ni médicos ni cualquier otra persona que venga a ofrecer alimentos ni cobijo o protección. Los activistas que han acudido a la frontera para ayudar sufren amenazas y agresiones4.
Mientras tanto, nuestros representantes siguen de brazos cruzados y no hacen nada por atajar esta crisis humanitaria. La única cosa que podría obligarlos a tomar cartas en el asunto y hacer lo correcto es la indignación de la opinión pública en toda Europa.
Todo el mundo tiene la mirada puesta en esta situación. No hay medio de comunicación que no cubra esta barbaridad. Si no alzamos la voz, los dirigentes de la UE van a pensar que nos da igual, que a nadie le importa… pero la comunidad de Movemos Europa no calla y otorga. Al unirnos, podemos darles una buena muestra de hasta dónde llega el clamor popular a favor de los derechos humanos.